domingo, 27 de enero de 2013

El sueño

Ella estaba recostaba sobre una manta, que había puesto con suma delicadeza sobre la paja.La única iluminación existente era un farol, que dejaba un rastro anaranjado sobre su piel.
Tenía los brazos y las piernas abiertas y con mirada ardiente, le llamaba en susurros.
Él, de rodillas, le lamía su sexo con infinita delicadeza.La lengua de él le recorría los muslos, bajando hasta los tobillos, dejando un surco de saliva por el camino, para volver a recorrerlo nuevamente y posarse en sus carnes rosadas y abiertas al placer.Lo hacía voluptuosamente, sin prisas, como si tuviera toda la vida por delante.
Tan entregados estaban uno al otro, que no se percataron de que les espiaba una joven de aspecto angelical dónde los haya.Fue a parar ahí por esas casualidades de la vida y al adentrarse en ese cobertizo con sigilo, se encontró con la escena de los amantes, sin poder sucumbir a la tentación de espiarlos.
Vio como la espalda de él, perfecta en todos sus sentidos, se arqueaba para poder ahondar más en el sexo de su amada.Ella le agarraba la cabeza ayundandole en el vaiven del placer.
Admiró la joven los pechos generosos de ella, la blancura de su piel y se estremeció con el sonido de sus gemidos.Su sexo se humedeció al verlos y sus pequeños pezones rosados, se endurecieron al ver como ella se arqueaba de placer.  
Ella se entregaba a esa pasión contenida, estremeciendose y ondulandose como un pez en el rio, entregandose a él.Una gota de sudor le perlaba la frente.Con los labios entreabiertos y lanzando un leve quejido, se adentraba sin pudor en una espiral de gozo.
Él saboreó sus mieles y subió hasta sus labios, para acallar sus sollozos con un beso.
Entonces le tocó a él abandonarse por completo al placer, se tendió sobre la manta y ella se acaballó encima, mordiendole con deleite sus orejas, bajando por  su garganta, dejando que su lengua recorriera sin prisa su cuello, hasta llegar a sus pezones viriles.Jugó con ellos, los endureció, los saboreó entre risas y siguió bajando, marcando con su lengua un baile de amantes.Lo saboreó, lo olió.
Su boca envolvió el miembro erguido y pulsante en una interminable faena de placer, de dar y tomar en la más recóndita intimidad, hasta que él ya no pudo resistir y se abalanzó sobre ella, penetrandola  con alevosía.
La joven se ruborizó al ver como él la penetraba con semejante frenesí y quiso ella ser así tomada.Levantó su falda y con su mano diminuta, se enontró con sus humedades y que su sexo latía con desespero.
Ella le vio y le sonrió con picardía, llamandola suavemente a que se juntara con ellos en ese bacanal de sexo y olores.
 Se le acercó esa joven con paso decidido y mientras él penetraba aún con semejante embestidas, le empezó a besar su espalda con deleite, recorriendo su columna con tranquilidad, mientras que con sus manos, daba pequeños pellizcos en los generosos pechos de ella.
Bajó hasta las nalgas de él, saboreando ese mundo oculto.Soltando los pechos de ella, le fue acariciando el miembro endurecido, mientras él, ya más pausadamente, seguía embistiendo a su amada, elevandola al sentir más profundo..
La lengua traviesa de la joven, no paró de jugar, lamer y saborear, llenandole de saliva y sudor, su más preciado rincón.
Él no pudo resistir tal tentación y se volvió para ver, quién era aquella que le llevaba a tales placeres.Se encontró con una diminuta mujer, de pelo rojizo y labios urgentes.La besó con devoción, soltando a la hembra que tenía ensartada y girandose, jugó con los cabellos de la joven mientras esta le pellizcaba con tranquilidad y suavidad, su glande ya de por si inflamado.
Ella se les acerca.También quiere particpar en el juego.No en vano, fue ella la que descubrió a esa joven traviesa espiandolos.Le besa a él, se enreda en la boca de la joven, mezclando salivas y sabores.Con su mano, acaricia el sexo de esa pequeña intrusa, explotandolo, jugando con sus jugos e introduciendo sus dedos, uno a uno, con efímera paciencia.Sus dedos entraban y salian del sexo de la joven con precisión, mientrás él, la agasajaba por detrás, introduciendo su lengua lasciva en su preciado trasero.
Entre los dos, llevaron a la joven a una cúspide de placer jamás inventado y quiso esta, ser penetrada por semejante hombre.
Se ensartó en él de espaldas, para que así, pudiera él admirar la redondez de su trasero y cabalgó en un ritmo lento, subiendo y bajando con esmero, dejandose llevar por el instinto primitivo del placer.
Ella bajó hasta la altura del sexo de la joven y mientras esta cabalgaba con permiso a su hombre, le fue lamiendo el sexo, al compás de la lujuria.Con sus manos de odalisca, acariciaba los pequeños pechos de la joven, haciendo que estos se llenaran de placer.
No pudiendo aguantar más el goze de estar siendo sometida entre dos, la joven aceleró las embestidas, urgiendo para que él con sus manos, posadas en su trasero, la ayudara en tal tarea.
Rodaron como enemigos en un enredo de piernas, brazos, besos, jadeos, sudores y expresiones jamás oídas, para juntos llegar a un estado de climax, que sólo los que tienen esa capacidad de tal desenfreno, son capaces de alcanzar.Se miraron por unos instantes, respirando entrecortadamente.Él le acariciaba la curva de su espalda.Ella, le besaba con deleite los labios hinchados de esa joven, que espiando por travesura, se vio sometida a un placer sin límites.

El sonido del despertador le devolvió a la realidad.Se despertó con sobresalto y recordó que todo lo acontecido, tan sólo había sido un sueño.


lunes, 14 de enero de 2013

Sed

Día 1

La llegada al campamentro se hace eterna.La carretera está en mal estado y el camión que nos ha sido asignado no puede evitar los baches, haciendo que todo lo que se transporta se mueva.Miro por la ventana para entretenerme, aunque hay poco que ver.El desierto se abre ante nosotros con toda su magnificiencia.El calor no ayuda a soportar mejor el viaje e intento abanicarme con una revista traída a menos en un intento paupérrimo de que me socorra con alguna brizna de aire.
Cada veinte kilómetros tenemos que detenernos.Paso obligatorio si queremos llegar con vida al campamento y nos revisan el camión.No sé que se esperan encontrar.Con sólo mirar la gran cruz que lleva puesto el camión, ya tendría que ser suficiente para dejarnos en paz.Pero no estamos en paz y ellos no entienden que es esa palabra.
Vengo de un país dónde solo el hecho de abrir un grifo y que por él salga agua, no es ninguna sorpresa y dónde hay un MacDonalds en cada esquina.Aquí, si quiero agua, tendré que caminar una hora.
Como vine a parar aquí no importa.Sólo decir que estaba en el momento justo y a la hora exacta.Acepté este viaje como huída de mi propia vida, creyendo que con ello sanaría mi heridas sentimentales y mi orgullo.
Es mi primera vez y aunque haya visto por televisión las imágenes del conflicto, haya leído los informes necesários y me haya empapado sobre la historia y cultura del lugar, yo misma no creo que esté a la altura de las circunstancias.
Si me propusieron el viaje, fue por el simple hecho de que voluntarios hay pocos y menos, para este lugar tan inhóspito.Nadie en su sano juicio quiere irse a miles de kilómetros de su pátria, sin comodidades y teniendo que llevar un chaleco antibalas las veinticuatro horas del día.Yo sí.
Por fin llegamos al campamento.Era peor de lo que me imaginaba.Mi compañero de viaje, perro viejo en esto, me ayudó a bajar del camión y me sonrió para animarme.Hasta nosotros se acercó un perro esquelético, meneando su cola en un intento de darnos la bienvenida.
- No te asustes.No es tan malo como lo ves.¿ Ves esa caseta de ahí ?Ahí es donde nos reunimos cada mañana o en situación de emergencia.La carpa grande es el hospital.Ven, te presentaré al gran jefe y te enseñaré todo.
Mi compañero, en un intento de soliventar mi estupor, me fue enseñando el campamento.
Al caminar, el polvo se levantaba sin aviso alguno.La tierra estaba cuarteada por la sequía, haciendo un puzzle por el suelo.
Sentada sobre un banco, a la entrada de lo que se suponía era el hospital, estaba una madre dando el pecho a un niño, ambos en un estado avanzado de desnutrición.Haciendoles compañía, bailaban sobre sus cabezas unas cuántas moscas.La madre las apartaba como podía, sin siquiera levantar la mirada.
Entramos dentro de la gran carpa y el olor a desinfectante, vómitos y fármacos se mezaclaban entre ellos, dando un olor desagradable, nauseabundo.
- Haaaa, ya habéis llegado.¿ Eres la nueva ?Bien, bien.¿ Que tal el viaje ?No quiero lloriqueos, haces lo que se te mande, no empatices con ellos y sobre todo, nunca dejes el chaleco antibalas en tu cuarto.Tenemos inmunidad hasta cierto punto.Con la guerrilla nunca se sabe.No entres en discusiones políticas, religiosas ni nada por el estilo.Aquí no se juzga a nadie ni se cierran las puertas a nadie, sean del bando que sean, ¿ entendido ?Si sigues estas pequeñas reglas, saldrás viva de esto.Y a ver si esta puta guerra termina de una vez y puedo volver a mi casa.
¿ Qué nos ha mandado esta vez la gran patria ?
- No asustes a la novata hombre, jejejeje, que es su primera vez y bastante mal lo está pasando ya para que la saludes de esa manera tan tuya.
Mi compañero se acerca al que se suponía iba a ser mi jefe en los próximos tres meses y lo abraza.
Mientras se saludan, aprovecho para mirar a mi alrededor y lo que veo es desolador.En cada cama, yace el cuerpo de un niño, una mujer, maltrechos y con cicatrices imborrables en la memoria.Cuerpos esqueléticos, vientres abultados a consecuencia de la desnutrición, miradas ausentes, vacío.Me pregunto que coño hago yo aquí:no soy médica, ni tan siquiera enfermera.Tan sólo sé hacerme entender en árabe y he hecho algunos proyectos para barrios del extrarádio de la ciudad.Nada comparado con lo que se me presentaba.Pero estaba ahí.En un campamento de la organización y de ayuda humanitaria.Y no había marcha atrás.