lunes, 25 de febrero de 2013

Glotonería, lujuría y otros afrodisíacos

La glotonería es un camino recto hacia la lujuria y si se avanza un poco más, a la perdición del alma.
El sexo y la comida van tan unidos, que sería imprudente separarlos.No en vano está el dicho tan famoso que para conquistar a un hombre, primero hay que conquistar su estómago.Y a la mujer igualmente, porque seamos sinceras, ¿ quién de nosotras no se ha puesto tierna al ver a nuestro hombre en la cocina peleando entre cacerolas y sartenes, aunque después de todo su esfuerzo y una cocina por la cuál parece que han pasado los hunos, la comida no esté todo lo sabrosa que tuviera que estar?Todas.Todas nos ponemos tiernas, aunque el primer bocado de tan suculento plato extraído de la cacerola no esté todo lo tierno que tuviera que estar, nos ponemos tiernas, lánguidas, las hormonas trabajan a mil por hora y en un descuido del macho, lo llevamos a rastras hasta la cama y nos lo comemos de postre, saltandonos el primer y segundo plato.Esos, se enfrían en la mesa.

En el mercado de hoy en día, hay suculentas recetas, afrodisíacos, libros sobre erotismo, juguetes y un largo etcétera, con los cuáles, podemos sorprender a nuestra pareja sin caer en lo burdo y callejero, ( las sombras tenebrosas de Grey quedan fuera de toda cuestión ).
A mí particularmente, las recetas afrodisíacas me llaman poderosamente la atención, sobre todo los nombres de dichas recetas.
Las recetas tienen que tener productos que puedan ingerirse por vía oral sin peligro de muerte - al menos inmediata - y que además, sean sabrosas.El brócoli por lo tanto, está descartado.

El arte sensual de cocinar para la pareja y sus efectos de ejecuación amorosa como remate final, hacen de esta labor tan glotona, un placer gustativo.
Por tiempos memoriales, la humanidad , ( o más bien, la mujer ), ha recurrido a sustancias, actos de magia y juegos, que la gente seria y virtuosa se apresura en clasificar de perversiones, ( por suerte, son las menos ).Tal tarea hacemos, para estimular el deseo amoroso y la fertilidad, aunque esta última mejor la dejemos de lado, que ya hay muchos niños en el mundo.
Hay miles de conjuros y recetas para atraer al hombre y atarparlo entre los muslos lechosos.Uno que recuerde yo, es de las cortesanas griegas, que untaban antes de cada encuentro amoroso, un aceite enriquecido con violetas en sus zonas erógenas y perfumaban el aliento, que mezclado con el olor natural de la transpiración y las secreciones femeninas, aliviaba la melancolía de los viejos y sacudía sin pudor, el espíritu de los más jóvenes.

También en la antigua Gran Bretaña, la mujer se daba a la tarea de amasar harina, agua y manteca, salpicada con saliva y el resultante de la masa, lo metía entre las piernas para darle la forma y sabor de sus partes secretas para luego, hornearla y ofrecerla al objeto de su deseo.He leído en alguna parte, que en causas extremas, le añadían sangre menstrual y otros fluidos del cuerpo, fermentados en una calavera y si esta era de algún criminal muerto en el patíbulo, mejor que mejor.
También están las pócimas sobrenaturales, que están fuera del alcance de uno, como conseguir patas de koala, ojos de salamandra y orina virgen, tres especies en vías de extinción.

Para seducir al amante en ciernes, no hace falta ir en busca de lo más exótico o imposible de encontrar en cualquier supermercado normal y corriente, como la aleta de tiburón, testículos de babún o ovarios de serpiente.Si usted necesita recurrir a estos ingredientes para elevar la libido, le recomiendo encarecidamente que consulte con su psiquiatra o cambie de pareja.
Con un buen vino, un poco de queso y pan recién horneado, podemos seducirlo sin tener que investigar en pócimas extremas.






No nos podemos olvidar de la imaginación, que sin ella, no hay receta que se libre ni encuentro amoroso inolvidable.
El afrodisíaco es el puente entre la gula y la lujuria, algo perfectamente compatible y lo podemos combinar con juegos y frases, que quedan a elección del lector o lectora.
Mientras degustamos unos espárragos a la plancha con vinagreta, podemos leer un poema o relato corto erótico, aprendido de memoria para la ocasión, mirando al amante, ( intentar hacerlo sin quedar bizcas, el efecto no sería el mismo ).

Tal como hay métodos que incitan al deseo, también los hay que lo quitan y cuidado con eso.No queremos espantarlo con el mal aliento, ( enjuagarse la boca o comer unos caramelitos de lavanda o menta antes de, no viene nada mal ).
Otros antiadrodisíacos serían el resfriado, ( no estamos para tonterías con una nariz moqueante ), un hombre desnudo con calcetines o la mujer con rulos en la cabeza y mascarilla en la cara.Eso, más que levantar la libido, la baja al ver a su mujer, transformada por momentos en una alienigena, ( ellos jamás entenderán el porqué de esos rulos ni de esa mascarilla ).
Tampoco nos vale la valeriana, que sin querer, nos deja sumidas en un letargo a destiempo, las ideas se extravian y causa pasmo por tiempo indefinido.
Los baños de agua helada también están descartados.Si antiguamente se usaban para aturdir a los locos, imaginense que no hará con los cuerdos.
Tampoco vale rezar el rosario en la cama, que duerme al creyente y al enamorado.

No podemos olvidarnos del único afrodisíaco verdadero, sin estar seducido por la mente, que es el amor.Sin este elixir, ya podemos matarnos de cocinar, buscar hierbas aromáticas o instalar un trapecio en el cuarto, que si el amor no está presente, no hay nada que hacer.

Seguramente, este relato lleno de saltos, daría para mucho más, pero no quiero yo ser la causante de algún disgusto nupcial.Tan sólo he querido con estas palabras, hacer una pequeña alabanza a la lujuria y la glotonería, dos pecados capitales que deberían de estar exentos de ser pecados, pero que en esta sociedad que me ha tocado vivir, la han proclamado como tales, aunque exista una receta con nombre de seno de novicia.

miércoles, 20 de febrero de 2013

Reflexiones

Empecemos por decir, que hubo un suceso acaecido hace unas semanas, que me dejó con el alma encogida, la dignidad escondida y la mente dispersa.
Amanecí con la voluntad perdida, sin ganas de levantarme ni de enfrentarme al mundo, del cuál le responsabilizaba de todas mis penas y ni siquiera quise escuchar a mi interior, sabio por momentos y orate a ratos.

Mi mente me lo venía advirtiendo desde hacía tiempo, pero yo, rebelde por nacimiento y creyendo que nada podía derrotar esa muralla que tanto me costó levantar, no le hice caso y llegó el día que todo ese mundo mío se vino abajo y me dí cuenta, que a pesar de todos mis esfuerzos, no podía con todo.
Es duro reconocer que no eres tan fuerte como crees, que hay requicios por dónde se puede colar la inestibilidad y ver, como tus miedos, tus fantasmas y tus cadenas, vuelven a asomar la cabeza a ver si pueden entrar nuevamentey danzar un vals contigo.

Cumples años.Ya no te ves tan joven frente al espejo.Las pequeñas arrugas que se asoman con discreción no te importan tanto como el ver que tus hijos se hacen mayores y ya no te necesitan tanto como antes.
Ellos crecen, iniciando ese trámite necesário en la vida del paso de la niñez a la adolescencia, como una iniciación al Okahué, pero sin que tengan que vagar por los bosques en busca de sus espíritus desnudos.Ellos les guiarán en este bosque de acero y asfalto, que cada día se contamina más con la avaricia y el hedor de la miseria humana.Y estarán desnudos ante cualquier imprevisto.Ese es el legado que van a tener.

Te sientas un día sobre la arena y ves la película de tu vida y observascomo un espectador más, lo que has llegado a conocer, lo aprendido, lo vivido, lo llorado, lo reído, los planes que alguna vez dibujaste, el primer amor, el primer beso, las inconstancias, los hombres que has amado, lo que se quedó por el camino, los lugares a los cuáles no volverás, porque ahí fuiste feliz incluso entre la mugre, las personas que has conocido, las que te han enseñado que para vivir, basta con tener aire en los pulmones y un pulso firme ante los sobresaltos, enfin, toda una vida.

En dos semanas me oculté al mundo, encerrada en mis cuatro paredes y con mi yo, bajamos nuevamente por esas escaleras angostas, sabiendo de antemano que es fácil descender, pero que el ascenso, iba a ser más difícil.
Descendimos cogidas de la mano, navegamos entre aguas mansas, para adentrarnos en una tormenta que casi nos despacha con ella, si no hubiésemos sido capaces de agarrarnos con fuerza al mástil y empezámos a rezar un credo ateo, inventado por mí hace años, en un intento de burlar el miedo ante cierta dificultad.

Como todo amanecer, trae consigo la calma y la tormenta se evaporó y con ello, mi yo y yo, ascendimos tranquilamente por las escaleras angostas, con paso decidido y el pulso nuevamente firme.
No es tarea fácil alejar una vez más los miedos, reconstruír lo destruído, lamer las heridas que aún conservaban el sabor a sal y salir ilesa de todo ello.Si me pusiera poética y la literatura me dejara, diría que renací como el Ave Fénix de sus cenizas.

El corazón aún se encoge y apenas salgo, no por miedo, sino, porque quiero disfrutar un poco más de esta calma que se ha instalado en mí, mimar a mi gata, que está a punto de traer una nueva vida, andar por mi casa con paso tranquilo y acariciar sin prisas, esos recovecos por tiempos olvidados.

Abrir un libro y refugiarme con dicha entre sus páginas y adentrarme como antes en sus personajes y creer por momentos, que soy la protagonista de esa historia.Había olvidado de cómo se hacía y eso, nunca se debe hacer, porque una vez que te olvidas de leer, te pierdes entre las líneas y estas se vuelven toscas y amargas.