La glotonería es un camino recto hacia la lujuria y si se avanza un poco más, a la perdición del alma.
El
sexo y la comida van tan unidos, que sería imprudente separarlos.No en
vano está el dicho tan famoso que para conquistar a un hombre, primero
hay que conquistar su estómago.Y a la mujer igualmente, porque seamos
sinceras, ¿ quién de nosotras no se ha puesto tierna al ver a nuestro
hombre en la cocina peleando entre cacerolas y sartenes, aunque después
de todo su esfuerzo y una cocina por la cuál parece que han pasado los
hunos, la comida no esté todo lo sabrosa que tuviera que
estar?Todas.Todas nos ponemos tiernas, aunque el primer bocado de tan
suculento plato extraído de la cacerola no esté todo lo tierno que
tuviera que estar, nos ponemos tiernas, lánguidas, las hormonas trabajan
a mil por hora y en un descuido del macho, lo llevamos a rastras hasta
la cama y nos lo comemos de postre, saltandonos el primer y segundo
plato.Esos, se enfrían en la mesa.
En el mercado de hoy en día,
hay suculentas recetas, afrodisíacos, libros sobre erotismo, juguetes y
un largo etcétera, con los cuáles, podemos sorprender a nuestra pareja
sin caer en lo burdo y callejero, ( las sombras tenebrosas de Grey
quedan fuera de toda cuestión ).
A mí particularmente, las recetas afrodisíacas me llaman poderosamente la atención, sobre todo los nombres de dichas recetas.
Las
recetas tienen que tener productos que puedan ingerirse por vía oral
sin peligro de muerte - al menos inmediata - y que además, sean
sabrosas.El brócoli por lo tanto, está descartado.
El arte
sensual de cocinar para la pareja y sus efectos de ejecuación amorosa
como remate final, hacen de esta labor tan glotona, un placer gustativo.
Por
tiempos memoriales, la humanidad , ( o más bien, la mujer ), ha
recurrido a sustancias, actos de magia y juegos, que la gente seria y
virtuosa se apresura en clasificar de perversiones, ( por suerte, son
las menos ).Tal tarea hacemos, para estimular el deseo amoroso y la
fertilidad, aunque esta última mejor la dejemos de lado, que ya hay
muchos niños en el mundo.
Hay miles de conjuros y recetas para atraer
al hombre y atarparlo entre los muslos lechosos.Uno que recuerde yo, es
de las cortesanas griegas, que untaban antes de cada encuentro amoroso,
un aceite enriquecido con violetas en sus zonas erógenas y perfumaban
el aliento, que mezclado con el olor natural de la transpiración y las
secreciones femeninas, aliviaba la melancolía de los viejos y sacudía
sin pudor, el espíritu de los más jóvenes.
También en la antigua
Gran Bretaña, la mujer se daba a la tarea de amasar harina, agua y
manteca, salpicada con saliva y el resultante de la masa, lo metía entre
las piernas para darle la forma y sabor de sus partes secretas para
luego, hornearla y ofrecerla al objeto de su deseo.He leído en alguna
parte, que en causas extremas, le añadían sangre menstrual y otros
fluidos del cuerpo, fermentados en una calavera y si esta era de algún
criminal muerto en el patíbulo, mejor que mejor.
También están las
pócimas sobrenaturales, que están fuera del alcance de uno, como
conseguir patas de koala, ojos de salamandra y orina virgen, tres
especies en vías de extinción.
Para seducir al amante en ciernes,
no hace falta ir en busca de lo más exótico o imposible de encontrar en
cualquier supermercado normal y corriente, como la aleta de tiburón,
testículos de babún o ovarios de serpiente.Si usted necesita recurrir a
estos ingredientes para elevar la libido, le recomiendo encarecidamente
que consulte con su psiquiatra o cambie de pareja.
Con un buen vino, un poco de queso y pan recién horneado, podemos seducirlo sin tener que investigar en pócimas extremas.
No nos podemos olvidar de la imaginación, que sin ella, no hay receta que se libre ni encuentro amoroso inolvidable.
El
afrodisíaco es el puente entre la gula y la lujuria, algo perfectamente
compatible y lo podemos combinar con juegos y frases, que quedan a
elección del lector o lectora.
Mientras degustamos unos espárragos a
la plancha con vinagreta, podemos leer un poema o relato corto erótico,
aprendido de memoria para la ocasión, mirando al amante, ( intentar
hacerlo sin quedar bizcas, el efecto no sería el mismo ).
Tal
como hay métodos que incitan al deseo, también los hay que lo quitan y
cuidado con eso.No queremos espantarlo con el mal aliento, ( enjuagarse
la boca o comer unos caramelitos de lavanda o menta antes de, no viene
nada mal ).
Otros antiadrodisíacos serían el resfriado, ( no estamos
para tonterías con una nariz moqueante ), un hombre desnudo con
calcetines o la mujer con rulos en la cabeza y mascarilla en la
cara.Eso, más que levantar la libido, la baja al ver a su mujer,
transformada por momentos en una alienigena, ( ellos jamás entenderán el
porqué de esos rulos ni de esa mascarilla ).
Tampoco nos vale la
valeriana, que sin querer, nos deja sumidas en un letargo a destiempo,
las ideas se extravian y causa pasmo por tiempo indefinido.
Los baños
de agua helada también están descartados.Si antiguamente se usaban para
aturdir a los locos, imaginense que no hará con los cuerdos.
Tampoco vale rezar el rosario en la cama, que duerme al creyente y al enamorado.
No
podemos olvidarnos del único afrodisíaco verdadero, sin estar seducido
por la mente, que es el amor.Sin este elixir, ya podemos matarnos de
cocinar, buscar hierbas aromáticas o instalar un trapecio en el cuarto,
que si el amor no está presente, no hay nada que hacer.
Seguramente,
este relato lleno de saltos, daría para mucho más, pero no quiero yo
ser la causante de algún disgusto nupcial.Tan sólo he querido con estas
palabras, hacer una pequeña alabanza a la lujuria y la glotonería, dos
pecados capitales que deberían de estar exentos de ser pecados, pero que
en esta sociedad que me ha tocado vivir, la han proclamado como tales,
aunque exista una receta con nombre de seno de novicia.
Angie, no hace falta encontrar esos ingredientes imposibles para despertar el deseo. Yo creo que una buena disposición natural hacia las fragancias femeninas es el mejor regalo que la naturaleza puede hacer a un hombre.
ResponderEliminarSeguro que la orina de una muchacha virgen debe de ser el no va más en materia de afrodisíacos, pero yo creo que más que por sus propiedades reales, sus efectos se deben al mito de la joven virgen sexualmente apetecible.
A mí me encanta, en general, el olor de las mujeres, tiene que ser un caso de mucha dejadez para que me resulte desagradable. Y tengo amigas a las que me comería por su olor, sin ser ningún prodigio de belleza.
Entre ellas, una, que trabaja en una panadería, a la que muchas veces he dicho que me amase un pan con sus axilas (¿por qué no hay un término medio entre axila, tan aséptico y poco sugerente, y sobaco, tan soez, basto y poco erótico?), usando una de sus meadas y haciéndolo subir con el calor de sus muslos.
Por supuesto, no me hace ni caso, pero me llama borrico y se ríe.
Me ha hecho mucha gracia leer la "receta" amorosa de las antiguas (y quizá alguna actual) británicas.
Me ha gustado esta entrada, Angie, gracias.